- Tema: la confesión del pecado
- Pasaje bíblico: Salmos 51:1-10
- Expositor José Gomera
Hoy tocaremos un tema muy especial para la vida del creyente: la confesión del pecado. Espero que disfrutes este devocional y que el Señor te permita entender lo que tiene para ti. ¡Shalom!
La confesión del pecado, Salmos 51:1-10
A continuación, el texto integro de Salmos 51:1-10, cita de apoyo de nuestro devocional «la confesión del pecado:
“1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades”.
Salmos 51:1-10
¿Por qué es necesaria la confesión del pecado?
Hebreos 4:13 dice que “no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las casas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. O, lo que es lo mismo, Dios conoce todos nuestros movimientos. No hay cosa que podamos decir o hacer que él no escuche o vea.
Por lo tanto, la confesión del pecado es una de las columnas del cristiano. Sin embargo, mucha gente, en su interior, podría preguntarse lo siguiente: ¿Si Dios sabe lo que hice, por que tengo que decírselo? ¿Por qué no me perdona y ya?¿No se supone que Él es un Dios de misericordia y que su misericordia es infinita?
Por supuesto que estas preguntas parten de la premisa de que Jehová es un Dios de amor, que si lo es. Pero también reflejan la poca intención de cultivar una relación con el Creador. Y esto, esto sí que es muy peligroso.
Igual que David, todos debemos confesarnos ante el Señor
Podríamos asegurar que si David no era el rey que tenía una relación más cercana con Dios, si que competía por el primer lugar. Su historia, sus acciones, su forma de gobernar, sus salmos reflejan a un hombre seguro del propósito que su Señor tenía con Él y, al mismo tiempo, a un rey confiado en el favor del Altísimo y temeroso de su cayado.
Y esto se ve reflejado en el pasaje bíblico de Salmos 51:1-10. David no tenía que pedir piedad a nadie, él era el rey. Pero sabía que se debía al Rey de reyes. Por esa razón inicia el salmo 51 de forma directa y sin rodeos “ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia”. La confesión del pecado no faltaba en la oración de David.
En el versículo 4, el salmista se “abre” ante su Dios y muestra una humildad impropia de un soberano: “contra ti, contra ti solo he pecado, he hecho lo malo delante de tus ojos”. David era un conocedor de La Palabra y un buen entendedor de los mandatos de Dios.
Él sabía que Levítico 5:5 el Creador nos ordena “cuando pecaré en algunas de estas cosas, confesará aquello en que pecó”. Como suele decir nuestro pastor Ezequiel Molina Rosario, cuando el cristiano peca, un manto de preocupación es sobre Él y no se aquieta hasta que no se libera de su maldad, confesando sus pecados ante el Señor.
Salmos 51:1-10 El pecado confronta a los hombres de Dios
Es interesante lo que nos dice el versículo 8, de Salmos 51:1-10. El salmista expresa “hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido”. Los cristianos reconocemos cuando hemos pecado y nos sentimos confrontados por él.
Sabemos que este es asqueante ante la presencia de Dios y que el Espíritu Santo no habita junto con el pecado. El pecado limita nuestra relación con Dios, nos empuja hacia la oscuridad de las tinieblas y nos confronta con lo más íntimo de nosotros mismos.
Reconocemos el castigo que espera a los pecadores y no queremos ser reconocidos como tales. Porque estamos luchando por la corona de vida y no queremos echar a perder un galardón tan grande.
Salmos 51:1-10 luego de la confesión del pecado sigue la peticion de perdon
El salmista nos muestra que no debemos quedarnos en la confesión de nuestros pecados. Sino que, en la misma oración, se debe proseguir con una sincera petición de perdón por haber ofendido la presencia de Dios. La confesión del pecado debe ser una prioridad del día a día.
En Salmos 51:1-10, el versículo 9 es una petición de perdón. Una solicitud de indulto. La expresión “esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades” es un clamor que busca mover al Creador a misericordia para el levantamiento del castigo que merecemos.
Recordemos que el mismísimo Rey David, reconoció en Salmos 51:17 que el Señor no desprecia al corazón contrito y humillado. Así que haz de la confesión del pecado parte de tu oraci, pero no te quedes ahí, clama a tu Señor para que el te perdone, para que lave tu alma y el gozo pueda volver a tí.
Luego de la confesión del pecado, pide perdón y solicita fortaleza espiritual para tu alma
En Salmos 51:1-10, el salmista se explaya en el reconocimiento de su pecado, confesándolo. Luego pide perdón para que el gozo y la alegría vuelvan a él. En el versículo 10, al final de la cita, el rey David pide fortaleza espiritual. ¿Acaso no la tenía?
Probablemente sí. Pero flaquea. Es por eso que le dice a su Señor “renueva un espíritu recto dentro de mí”. De este modo, reconoce la soberanía de Dios sobre su alma y le da permiso para que el Espíritu Santo lo ayude a fortalecer su coraza espiritual.
¿Para qué? Para luchar contra las asechanzas del diablo y contra su peor enemigo: sus deseos carnales. David pedía una coraza espiritual suficientemente fuerte como para no pecar más.
Salmos 51:1-10, Los requisitos para fortalecer nuestra coraza espiritual
¿Es esto posible? Por supuesto que sí. Solo debemos hacer lo siguiente:
- reconocer nuestra debilidad;
- confesarla ante nuestro Dios;
- detallar cada uno de nuestros pecados;
- mostrar un arrepentimiento genuino;
- y no limitarnos a una oración mecánica como si de requisitos para aprobar una materia universitaria se tratase.
Luego, pedir perdón, pero hacerlo tantas veces como pequemos. Finalmente, debemos solicitar la guianza del Espíritu Santo en cada uno de nuestros pasos. Si hacemos esto, la luz de Cristo brillará en nosotros, nuestra mente estará siempre orientada en Sus propósitos y el enemigo no se ensañará contra nosotros.
“Quien encubre su pecado jamás prospera;
quien lo confiesa hallará perdón”.
Proverbios 28:13